Discurso de Á. Pestaña en el mitin de clausura del Congreso de Sants (CRT- Cataluña/ CNT, 1918)

En el Ateneo Racionalista de la calle Vallespir de Sants, en Barcelona, el 1º de julio de 1918.

PESTAÑA, entonces director de Solidaridad Obrera: Compañeras y compañeros: el acto que celebramos, más que un mitin, es el apéndice de las deliberaciones; la sesión magna, sublime y final del Congreso Regional de Cataluña. Hubiéramos querido que las sesiones del Congreso hubieran podido celebrarse en un local amplio, donde hubiese cabido la gran masa obrera, ávida de escuchar todo cuanto en él se ha tratado. Pero, ya que no ha podido ser así, hoy nos presentamos en este suntuoso local para consagrar ante vosotros los acuerdos adoptados.
La organización obrera de Cataluña, su genuina representación, mejor dicho, somete a vuestra aprobación toda esa labor inmensa que ha realizado la Asamblea Regional. Todos los que me han precedido en el uso de la palabra, con la elocuencia de los trabajadores, han hecho desfilar ante vosotros el Congreso que hoy termina sus tareas.
El Congreso ha señalado nuevas formas y nuevos rumbos a la organización obrera de Cataluña. No sabemos si  llegaremos a la realización de todo lo acordado; pero conste, que si a ello no llegamos, no será por falta de voluntad, puesto que nosotros hemos puesto y pondremos para conseguirlo toda la voluntad, todo el entusiasmo y toda la inteligencia que poseemos, y aquellos que dan todo lo que tienen y que hacen todo lo que pueden, no es dable pedirles más.
Hoy os decimos: Aquí está nuestra obra, os la exponemos para que nos digáis si hemos interpretado fielmente todas vuestras aspiraciones.
Si hay defectos, corregidlos; para ello tenéis la misma personalidad que nosotros mismos, pues debéis saber y entender que no podemos imponer a los que no son iguales a nosotros nada que no sea fielmente sentido por todos, pues no vamos a la tarea de los legisladores que imponen por la fuerza, la letra y el espíritu de las leyes que promulgan, para hacerlas acatar a aquellos que ni las quieren ni las sienten.
Preveyendo (sic) acontecimientos muy próximos acaso, nos preparamos para guiar a todos, al pueblo burgués inclusive, a hacerle ver sus yerros y a que acepte ese noble y levantado ideal que ha perseguido y aun persigue a sangre y fuego.
La prensa reaccionaria proclamó el fracaso de la Internacional y sus ideas con el advenimiento fatal de la catástrofe europea. No, compañeros, no; la guerra mundial habrá podido pervertir las consciencias de algunos llamados internacionalistas; pero la Internacional y sus nobles principios persisten hoy y persistirán mañana, porque no es dable aceptar que el fracaso y la traición de los hombres sea el fracaso de los ideales que sustentaron.
No son, pues, ni un sueño loco, ni una quimera nuestros ideales; se afirman éstos cada día más, a medida que el sistema capitalista y estatal muestra el fracaso ruidoso de sus funestas teorías. Se equivocaron los mercenarios de la prensa, puesto que a medida que
el tiempo pasa y a pesar del fracaso de los hombres, emergen y se afirman esplendorosos y sublimes los grandes ideales de la redención humana.
No podréis olvidar, queridos amigos, aquellos momentos angustiosos que siguieron en Cataluña a la declaración de la guerra. La burguesía catalana, ignorante e imbécil, se asustó y tembló ante la conflagración europea, suspendiendo casi en totalidad los trabajos de la construcción y de la industria. Aún debéis recordar aquellas gestas rebeldes y justas del proletariado barcelonés, que en el Palacio de Bellas Artes estuvo a punto de ser asesinado a mansalva por esa misma burguesía incapacitada que había lanzado al hambre al pueblo.
Después de este Congreso ya no será pan lo que pediremos después del fracaso manifiesto del sistema capitalista; desde hoy reclamaremos justicia, reclamaremos equidad, y por fin, reclamaremos los medios de la producción y de la distribución, porque después del fracaso expuesto, no es dable que el proletariado se resigne a que continúe el patrimonio total de la humanidad detentado por los incapaces y los malvados. No queremos negar a nadie el derecho a la vida, pero no queremos tampoco que ese derecho se nos niegue a nosotros.

Es un fondo igual de equidad para todos lo que queremos.
Reclamamos que no se truequen los papeles y de que al igual que a la humanidad toda se nos conceda el puesto correspondiente en el banquete de la vida. Todos debemos producir. Queremos que se repartan los productos y el trabajo; no queremos privilegios, queremos la igualdad y por ello luchamos por el sistema de la equidad y de la justicia en marcha ascendente e ininterrumpida.
Luchamos desventajosamente; pero, a pesar de ello, si preguntáis a cualquier sociólogo al uso, os contestará que sois libres. Yo niego esto rotundamente, pero afirmo que tenemos un derecho indiscutible a la vida, y para conquistar este derecho, sólo nos queda, mirando la desigualdad social, el recurso legal y supremo de rebelarnos.
Coged a un aristócrata con muchos millones, encerradle en una habitación que transparenten los cristales y pedidle por un plato de alubias 1.000 pesetas; se resistirá, seguramente, a pagar tal precio por tan poca cosa, pero pasadas 24 ó 48 horas, no 1.000 pesetas sino todo su dinero os dará por el plato de judías, y si, a pesar de todo, le negáis la comida, realizará un esfuerzo, se rebelará y pateará y destrozará la vidriera, que le separa de la vida y de la libertad; aquel derecho, pues, del rico a la rebeldía, es vuestro también, compañeros y amigos. La situación de aquel rico es, pues, la situación nuestra; os dirá ladrones, pero antes de morir de hambre, pagará.
Vamos mendigando el trabajo en épocas de crisis, que se nos niega con descaro, aduciendo la falta del mismo por la competencia; cuando más se nos dirá que el salario de cinco pesetas es excesivo y que sólo se os podrá pagar a tres cincuenta; rehusaréis, rebeldes, pero el llanto de vuestros hijos y compañeras os hará volver aceptando el salario irrisorio de tres pesetas.
No hay, pues, derecho ni libertad para nosotros; o morir o rebelarnos. No queremos morir de esta forma, y por eso buscamos en la organización la cooperación de los que sufren. Por eso es deber nuestro, por la necesidad de vivir y de conquistar la libertad, el asociarnos a todos los trabajadores, cumpliendo así la ley del equilibrio social y económico. La burguesía se une procurando extender sus negocios y sus productos al comercio, ganando el noventa por ciento. La organización obrera, pues, debe aceptar los principios acordados en el Congreso celebrado.
Pallejá [1] os ha dicho que no penséis que se trata de un Congreso más, ni de una reunión de delegados sin importancia. En el Congreso Regional se han señalado las formas básicas y orientadoras de la organización futura; hasta hoy no habíamos hecho sino seguir la corriente sin adelantar un paso en firme; el Congreso Regional ha sentado, pues, el primer jalón victorioso de una organización seria y poderosa que pondrá a raya a la preponderancia capitalista.
Aun nos adelantamos a los acontecimientos y señalamos en el orden teórico y en la práctica, ante el mundo burgués, cuáles son nuestras intenciones para el día que, siguiendo las inspiraciones del proletariado internacional, se dé fin a la horrorosa hecatombe que ensangrienta los campos de Europa. En este orden de cosas, pues, ha demostrado la representación obrera de Cataluña que sabemos el momento que vivimos. No ignoráis que en Cataluña, por el hecho de ser la región más industrial de España, los conflictos entre el capital y el trabajo alcanzan casi siempre caracteres de violencia. La organización obrera disgregada o agrupada en pequeños núcleos era casi incapaz de imponerse a la burguesía. Los capitalistas de Cataluña procuraban, poniendo en uso el aforismo jesuítico «divide y vencerás», que los obreros divididos en una serie de oficios indeterminables, no pudieran nunca plantar cara a los explotadores. Hoy el Congreso ha resuelto, de una forma concreta, esta modalidad de la organización obrera, llegando a la constitución de potentes Sindicatos de Ramos y de Industrias similares, y por encima del obrero sastre, del albañil o el carpintero, la clase obrera se agrupará en grandes núcleos, poderosas falanges de productores conscientes de sus derechos y dispuestos a hacer respetar éstos en todos los momentos.
A pesar de lo expuesto, considerad que el Sindicato de Ramos e Industrias no es aún la última palabra de la organización obrera. Esta alcanzará su máximum de desarrollo el día que se llegue a la creación de los sindicatos únicos de trabajadores. Debemos prepararnos para cruentas luchas. El mundo burgués se hunde por sí sólo. No hará falta que empujemos mucho para derribar el puntal carcomido que lo sostiene. El principio de autoridad está tan relajado… (El delegado de la autoridad interrumpe intentando suspender el mitin.)


EL PRESIDENTE.
– ¡Trabajadores! La indiscreción y el poco tacto del delegado de la autoridad en este acto ha estado a punto de provocar un serio incidente; yo os ruego que, conscientes de vuestros derechos ciudadanos, demostréis con la serenidad propia de los hombres convencidos, que el acto de la autoridad es una extralimitación injustificada. (La actitud del público fue digna como correspondía al acto que se celebraba.)

sombreroPestaña, continúa diciendo: No pretendo dar lugar a que la autoridad cometa una torpeza; pero tengo el deber y el derecho de manifestar que el principio de autoridad está podrido hasta su misma médula. Es preciso que nos demos cuenta del momento actual. Cuando el mundo burgués se derrumbe; cuando toda la escoria social inculta e inhumana que nos niega el derecho se hunda para siempre, se hará necesario patentizar ante el mundo que todos han sido aplastados por el peso enorme de sus propias faltas. No olvidemos que cuando venimos al mundo, ya contraemos una deuda con la sociedad. No somos nada, somos esclavos; cuando
hombres y cuando ancianos exprimidos por el privilegio y la desigualdad durante toda nuestra vida de miserias y sufrimientos, llevamos, hasta que bajamos a la fosa común, el estigma infamante de esta sociedad inicua y cruel.
Se hace necesario, pues, camaradas, que el día de la liquidación de las injusticias, cuando todo se hunda y se derrumbe por el peso de las propias faltas cometidas, el pueblo justiciero derrumbe los restos del régimen decrépito, aventando las cenizas para que jamás pueda reconstruirse. Después constituiremos nosotros, los más y los mejores, un nuevo régimen social donde los hombres todos puedan vivir y desarrollarse en la equidad y en la justicia.

 

 

Extraído de Comicios históricos de la CNT (memoria del Congreso celebrado en Barcelona los días 28, 29 y 30 de junio y 1º de julio de 1918.) Ediciones CNT, Toulouse, 1957; pp. 87-90.

 

[1] Àngel Pallejà i Vall, anarquista que intervino en el mitin de clausura como delegado de barberos, peones, zapateros, ladrilleros, tintoreros, aserradores, herreros, carreteros, fideeros, fundidores, jardineros, agua, lampistas y jornaleros de Reus. Durante la Guerra Civil lo encontraremos –sin abandonar la CNT– afiliado al PSUC: Secretario del partido en Reus, concejal y delegado del departamento de Economía de la Generalitat. (Extraído de Íñiguez, M. (2008): Enciclopedia histórica del anarquismo español, vol. II. Asociación Issac Puente, Vitoria; p. 1267)

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