El último Ángel Pestaña

Ser Histórico

De haber acontecido su muerte cuando luchaba en Barcelona, perseguido por los esbirros de Arlegui y Martínez Anido; de haber sido eliminado entonces, como lo fue Salvador Seguí, el dolor por la pérdida de Pestaña hubiese sido grande, extenso y profundo. Ahora, la pérdida es mucho más dolorosa que lo hubiese sido entonces. Sobre la persona vibrante del luchador sindicalista de aquella época heroica; sobre la ya destacada figura del hombre de entonces, se había encaramado una nueva y serena personalidad. Ángel Pestaña, en los momentos actuales, rozaba las lindes de un verdadero hombre de Estado.[1]

El 11 de diciembre de 1937 falleció en Begues, Barcelona, el sindicalista de la CNT Ángel Pestaña Núñez (Santo Tomás de las Ollas, León, 1886) tras un periodo de debilitamiento físico por enfermedad que le atormentó durante su último año de vida. Desde hace unos días, una placa colocada en un atril…

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Á. Pestaña al Gobierno del Frente Popular

   El 24 de junio de 1936, harto de la pasividad con que actuaba el Parlamento, Ángel Pestaña dirigía un ruego al Gobierno de Casares Quiroga, integrado exclusivamente por republicanos de izquierda, incluida Esquerra Republicana de Cataluña.

… quizá, Sres. Diputados, va a ser un ruego un poco fuera de lugar; pero yo, que indudablemente he llegado aquí con un poco de buena fe, solicitaría del Gobierno la clausura del Parlamento, porque hay una razón para ello. Yo he venido aquí creyendo que se iba a legislar en favor del país; yo he venido aquí creyendo que íbamos a hacer una labor que representara una satisfacción para el país, y les digo a SS.SS., con el corazón dolorido, que me he convencido de que no es verdad, porque hasta mí –antes como ahora, y ahora más que antes- llegan los clamores de la calle, llegan las angustias del pueblo, llegan los lamentos de la gente que no come, de la gente que muere de hambre, de la gente que pide justicia, de la gente que se siente aplastada, del pueblo que nos trajo aquí para que hiciéramos algo en su favor, y resulta que nos pasamos las tardes tranquilamente, discurriendo por los pasillos; yendo al bar o paseándonos por España, mientras que el pueblo perece lentamente en la miseria, en la desgana y en la injusticia.

Discurso de Pestaña

 

Yo creía, Sres. Diputados, que aquí se venía a hacer algo; y, créanme SS.SS., lo confieso, no lo veo. Nos pasamos las tardes bonitamente discutiendo, entreteniéndonos. ¿En  qué? En pequeñas cosas: en si se ha producido en Salamanca una huelga o en si hay que hacer una obra en cualquier otro punto. Mientras esto hacemos, mientras nosotros perdemos así el tiempo, el pueblo, además de no ver la justicia por ninguna parte, presencia una descomposición absoluta de los órganos del Poder, una descomposición en todas las esferas. Aunque realmente la anarquía de la que tanto se habla es una concepción filosófica, en las cuestiones de orden jurídico y social puede efectivamente estimarse que la desorganización de arriba es la anarquía, y esta anarquía, que nace aquí en el Parlamento,  yo no sé por qué, pues   desconozco el mecanismo de fuera del hemiciclo, se  extiende y se propaga constantemente por todo el país y va corroyendo los órganos que deben representar a la opinión pública. Siguiendo así, dentro de poco no habrá posibilidad de que esto sea políticamente eficaz, de que esto signifique algo interesante para la vida normal de nuestro país.

Se habla de la oposición de las derechas. Pero, ¿se puede pretender que estos señores nos den las cosas hechas? Sería insensato. Ellos defienden sus intereses, y nosotros tenemos que defender los intereses del pueblo. Ellos adoptan una actitud, adoptemos nosotros otra; ellos aducen unas razones, pues opongamos nosotros  otras razones. Pero, Sres. Diputados, trabajemos intensamente; tráiganse proyectos de ley; resolvamos algo. ¿Es que se ha olvidado que vivimos en un período intensa y profundamente revolucionario? Sin duda se ha olvidado, y el olvido de que vivimos en un periodo intensa y profundamente revolucionario hace que tomemos las cosas de esta manera tan  tranquila,  tan cómoda, tan serena, como si no pasara nada en España. Y, Sres. Diputados, en estas condiciones, actuando de esta manera, no puede haber orden ni puede haber tranquilidad en los espíritus. La violencia en la calle tiene una justificación en la lenidad con que aquí se obra. Un hombre del pueblo donde yo nací, que no era muy inteligente, me decía una vez que sabe más un carrero que veinte caballerías. Es preciso que la obra del Gobierno, que la obra del Parlamento sea el carrero, aunque la expresión resulte un poco ofensiva si se quiere, que dicte la norma política que haya de seguirse en el país. De lo contrario, si así no procedemos, esto se desacreditará más, desgraciadamente, de lo que ya está.

Si se tiene un verdadero concepto de la democracia y del parlamentarismo, si se cree en su utilidad, hace falta demostrar que la tiene, que es eficaz, que produce bien al país, y si no existe este concepto, si no se cree que sirva, que se diga francamente, y vayamos a ensayar otros procedimientos de gobierno que permitan que en España por lo menos, se pueda, trabajando, vivir con tranquilidad; porque hoy ni se trabaja ni se tiene tranquilidad espíritu, ni arriba ni abajo, ni dentro ni fuera, en ninguna parte. No hay en absoluto, seguridad alguna en la vida económica y social de España; no existe ninguna. Y esto, en un país como el nuestro, es de mucha trascendencia, porque si continuamos hasta ahora, la situación de España, cada día será más grave, en descrédito de nuestras instituciones será mayor, y yo me pregunto: ¿Con qué autoridad volveríamos mañana a intervenir en la vida pública y a pedir el voto a las gentes diciéndoles que nos envíen nuevamente aquí a legislar en beneficio del pueblo, en bien del país, si nos pasamos las tardes tranquilamente sin hacer absolutamente nada? Antes hemos oído hablar aquí, por ejemplo, del asunto del “estraperlo”. ¡Ya hay bastantes “estraperlos” en España! Sobra, por consiguiente, que nos ocupemos de ese “estraperlo”. Enjuiciar a un hombre está bien; llevarlo a los Tribunales cuando es culpable, también; pero no vale la pena de perder toda una tarde en eso cuando hay tantos problemas angustiosos en España que necesitan una urgente solución; cuando tenemos sin resolver el problema de la Justica, el económico, la Reforma agraria, el paro obrero, tantísimos problemas, en fin, y cuando hay gente que no tiene qué comer. Porque, señores Diputados, y esto es muy interesante, al que come, aunque sea poco, se le puede pedir que aguarde; pero al que no come, no; a ése de ninguna manera. Yo no sé si SS.SS habrán pasado muchos días sin comer. Yo sí, y por eso sé lo que es soportar esas angustias en la calle, y por eso comprendo la inquietud de quienes, no comiendo, tienen la esperanza de que nosotros hagamos algo por ellos. Yo piensa en la inquietud de estos hombres, en la inquietud de todo el país, y comprendo que ante el espectáculo que estamos dando creerán que somos iguales unos y otros.

Ruego, pues, al Sr. Presidente, que transmita al Gobierno el modesto ruego de que se traiga labor legislativa. Si las Comisiones no actúan, nómbrense otras, que para esto ha de tener autoridad suficiente el Gobierno; si las Comisiones se entretienen en discusiones bizantinas, que no se entretengan. Es preciso traer labor legislativa; es indispensable dar la sensación de que hay aquí una mayoría, un Frente Popular, un Gobierno que quiere gobernar para España y para los españoles. Jamás hubo en la historia política de ningún país una coyuntura como la que ofrece España: un pueblo deseoso de que se hagan cosas, una mayoría dispuesta a hacer cosas, un Gobierno que también está decidido a hacerlas, y se da la paradoja tremenda y monstruosa de que, aun estando estos tres elementos de acuerdo, no se hace absolutamente nada y pasamos el tiempo en esta tranquilidad paradisiaca, como si en España todo el mundo comiera y viviera tranquilamente. En fin, Sres. Diputados, he dicho antes, y repito ahora, que me duele el corazón al tener que proclamar que habiendo venido aquí, como otros, a hacer algo, ante la imposibilidad de hacer nada, si esto continua así, volveré otra vez a la calle, a decir a mis amigos: «Teníais razón; aquello no vale para nada». He terminado.

Discurso persuasivo de Pestaña

 

(Las fotos no se corresponden con la intervención de Pestaña en las Cortes.)

Sobre la quema de iglesias y conventos, Pestaña a Calvo Sotelo en el Congreso de los Diputados

Fragmento de la intervención de Ángel Pestaña durante la conocida sesión en que José Calvo Sotelo, líder del Bloque Nacional, expuso en su discurso de réplica una relación de incidentes acaecidos desde las elecciones de febrero, afirmando que habían causado más de cien muertos y quinientos heridos. Ese 15 de abril de 1936, Azaña había comparecido ante las Cortes para defender su programa de Gobierno.

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José Calvo Sotelo

 

…Decía aquí el Sr. Calvo Sotelo, al hablar de la quema de conventos y de iglesias: «Es que no solamente se han quemado las iglesias, sino que dentro de las iglesias se han quemado obras de arte, se han quemado imágenes de un valor incalculable, elementos de cultura que representaban un valor artístico para el país», y con esto el Sr. Calvo Sotelo quería lanzar sobre las multitudes que han quemado las iglesias y los conventos el anatema de su ignorancia y de su incapacidad. Quizá tenga razón el Sr. Calvo Sotelo. Efectivamente, son los trabajadores, es la multitud, es el pueblo quien ha quemado las iglesias, quien ha quemado los conventos, quien ha hecho que con las iglesias y los conventos ardieran esas obras de arte; pero ¿por qué quema el pueblo esas obras, por qué se lanza el pueblo contra la Iglesia? Se ha señalado aquí el caso y yo voy a referirlo.

Era yo un niño, tenía apenas once años. Mi padre no sabía leer ni escribir, como no lo sabía en aquella época ni el 99 por 100 de los españoles; pero tenía la curiosidad de saber y cuando podía compraba un periódico y hacía que yo, niño, se lo leyera. Yo lo leía, y periódicamente encontraba sueltos como el siguiente: «Ayer, en tal pueblo de España, se subleva la multitud, quemó las casetas de consumos y después la iglesia.» Porque para el español ha habido dos cosas que ha odiado profundamente: las casetas de consumos y las iglesias. (Risas y rumores.) Esto, comprenderán SS.SS. que no es de ayer, porque yo ya empiezo a ser viejo y a tener años; la tradición continúa. ¿Por qué el español, que se ha dicho que es profundamente religioso, tiene siempre esa inclinación a quemar las iglesias y los conventos? Porque ha visto siempre en el fraile un parásito y en el cura un enemigo secular de la clase trabajadora,  de la justicia, y por esta razón es algo que está ya en el pensamiento colectivo, es algo que persiste a través del tiempo este odio a la iglesia, y unido esto a su incapacidad e ignorancia para conocer y distinguir las obras de arte, la multitud no ve en la iglesia y en el convento más que a sus enemigos; las obras de arte no le preocupan porque no las conoce; su ignorancia está en que se le ha tenido alejado de la educación y de la escuela, por lo tanto, no tiene obligación de conocer dónde está la obra de arte ni si hace bien o mal con lo que realiza; se guía por su instinto, y su instinto certero le lleva a hacer esas obras de justicia. Es preciso, pues, que tengamos presente eso.

 

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Ángel Pestaña

 

 

Foto de portada: Ángel Pestaña durante su última intervención en las Cortes republicanas. Lonja de Valencia, 2-10-1937.