Ángel Pestaña: «¿Cómo y cuándo gané mi primera peseta?»

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Amigo Gómez Hidalgo:

Me pregunta usted “cómo y cuándo gané la primera peseta”. No creo sea muy interesante que cuente yo aquí cómo y cuándo gané la primera peseta. Seguramente que hay centenares y miles de individuos, la respuesta de los cuales, de dónde y cómo ganaron la primera peseta, resultaría un interesante estudio psicológico y acusador de un régimen que tantas víctimas produce. Pero ya que estos miles de individuos no pueden hacerlo, hágolo yo, más que nada, accediendo a su cariñosa invitación.

Tenía diez años cumplidos, sin haber llegado a los once, cuando mi padre me puso a trabajar de pinche en las minas del Cobarón, provincia de Vizcaya, cerca de Somorrostro.

Para quienes ignoren lo que hace un pinche en tales trabajos, diré que su ocupación consiste en traer, en unos barriles (así se les llama en las minas) en forma de tonel, de unos doce o catorce litros de cabida, el agua que consumen al cabo del día los obreros de la cuadrilla; además, llevar a la fragua, para que el herrero los aguce, los barrenos y pistoletes, y al carpintero cuando se rompen, los mangos, a mangar los picos, palas y azadas, traer las municiones del polvorín para los barrenos, y en algunos casos, ir a buscar la comida del capataz.

Empecé, pues, a trabajar en las minas del Cobarón, y en una galería subterránea que, según la leyenda, comenzó su explotación en tiempos de los romanos. La explotación primitiva se hizo en dos pisos superpuestos, que se comunicaban por pozos perforados de trecho en trecho, ya que la galería debe tener más de un kilómetro de longitud bajo tierra.

En la época a que yo me refiero, el piso inferior estaba completamente anegado, y la superficie del agua subía hasta el piso superior. El peligro de caer en uno de estos pozos fue lo primero que se me advirtió; cosa fácil, si se me apagaba el candil, pues aunque todos los pozos estaban a la izquierda de la galería central, donde trabajaban los mineros a quienes yo servía, por la derecha no era posible guiarse, ya que existen innumerables galerías secundarias en las que me hubiera perdido como en un laberinto.

El temor de caer en uno de los pozos y perecer ahogado; el extraviarme en el dédalo de las galerías secundarias; por otra parte, llevar al hombro, en un trayecto de un kilómetro o más, una carga superior a mis fuerzas; el reniego del capataz o de los mineros; no ver el sol ni respirar aire libre más que contados momentos del día, pues se trabajaba doce horas diarias y estábamos en invierno, era el risueño porvenir que se me ofrecía a cambio de cinco reales diarios de jornal.

Duró poco. Quince días después de haber comenzado a trabajar, una lluvia torrencial caída durante la noche, cubrió de tierra la fuente donde iba a buscar el agua y hube de ir casi veinte minutos más lejos de camino a llenar el barril, para que a los mineros de mi cuadrilla no faltase tan precioso como necesario líquido.

La tardanza exasperó al capataz, y cuando regresé me preguntó dónde había estado. Contéle lo ocurrido, y por toda respuesta obtuve un puntapié en salva sea la parte, un pescozón y quedaba despedido. ¡Así se premiaban mis servicios y la buena intención que había guiado mis pasos!

Fui a casa; conté a mi padre lo que ocurría, y mi padre añadió, por no creer que fuera verdad mi alegato, unos cuantos puntapiés y algunos pescozones más a los que me había dado el capataz. Más tarde se lamentó de que yo tenía razón y lamentaba su error.

Para acabar, cobré los jornales de los quince días trabajados, lo que representaba, como es de suponer, no una peseta, sino varias pesetas, continuando desde entonces hasta hoy haciendo bueno el versículo: “Ganarás el pan con el sudor de tu frente”.

ÁNGEL PESTAÑA

¿Cómo y cuando ganó usted la primera peseta?: respuestas de las más populares figuras espanõlas contemporáneas. Prólogo y encuesta de Francisco Gómez Hidalgo. Madrid: Librería Renacimiento, 1922; pp. 159-161.

(Gentileza del historiador Julián Vadillo)

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Imagen de portada: Niño minero en la mina de carbón de Turkey Knob, Macdonald, West Virginia, USA. Año 1908 (Fuente: http://www.archivohistoricominero.org)

Las “tentaciones” políticas del anarquismo español (II): el Partido Sindicalista

Ser Histórico

UNAS ACLARACIONES PREVIAS

El Partido Sindicalista (PS) ha sido el intento más logrado de llevar a cabo una política de tintes libertarios, anarquizante, desde el Parlamento. Entiéndase bien: no fue un partido ácrata. Aunque su impulsor más destacado, Ángel Pestaña, siguiera concibiendo el anarquismo como teoría útil y necesaria para la educación del individuo, para su formación mental y espiritual[1], había renunciado a él explícitamente en 1933 al no considerarlo válido a corto plazo para transformar la sociedad. Así se comprende que el fin último del sindicalismo político continuara siendo la consecución del comunismo libertario, aunque formalmente hubiera roto con los principios básicos del anarquismo y del anarcosindicalismo al considerar ineludible pasar por un período de transición hacia la nueva sociedad.

   Tanto por este motivo cuanto por la procedencia ideológica y militante de muchos de sus integrantes, se puede afirmar que la nueva organización fue una manifestación…

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Los otros republicanos: el capitán Cuerda (1901-1939)

Ser Histórico

Carlos Cuerda Gutiérrez, militar y abogado[1]. Nace en Torrubia del Campo (Cuenca) en 1901. Ingresa en la Academia de Infantería de Toledo en 1916[2] y diez años más tarde ya es capitán. Masón, pertenece a la Logia Fe y Democracia nº 22, dependiente de la Gran Logia Española, en la cual también encontramos a Pedro Vallina (CNT) o a Justo Feria (Partido Republicano Democrático Federal)[3].

   Agitador durante las huelgas de 1930 en Sevilla. Proclamada la Segunda República el 14 de abril de 1931, los acontecimientos de aquella misma noche culminan al día siguiente con el asalto a la cárcel sevillana del Pópulo, en que doscientos once presos políticos y comunes son liberados. Entre ellos está el socialista Cuerda, quien capitaneaba el Regimiento de Infantería de Granada al ser encarceladoLos manifestantes, adueñándose del centro de la ciudad, lo pasean en hombros por…

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