Programa PS (reconstituido) [1977]

Programa económico-social del Partido Sindicalista
Dentro de este planteamiento general, los enunciados concretos de nuestro programa económico y social, tal como se exponen en nuestra declaración programática —«Una propuesta sindicalista»—, son los siguientes:
(Quede claro que la separación entre «programa máximo» y «programa inmediato» no quiere decir que programemos nuestra tarea en dos etapas —una reformista avanzada y otra revolucionaria—. Tenemos gran desconfianza hacia esas visiones «seriales» del proceso revolucionario, que suelen estancarse para siempre en la reforma. Lo que queremos decir es que, con el poder, impulsaríamos el «programa máximo» en su integridad, y sin el poder impulsaríamos las «medidas inmediatas», de reforma, que en su día podrían hacer más fácil la transformación definitiva, por haber ido haciendo un traspaso de los poderes —económicos y políticos— a los órganos de base, sindicales y populares.)
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1. Situados en los comienzos del último cuarto del siglo xx, y ante una realidad española abocada a importantes cambios, los sindicalistas autogestionarios tenemos una propuesta que presentar para la construcción de la sociedad futura. Propuesta que parte de la fidelidad a nuestros principios revolucionarios y, al mismo tiempo, de
la fidelidad a la realidad del tiempo presente.
2. No estamos situados ya en el mundo ante un primitivo capitalismo (sistema basado en la disociación de trabajo y propiedad, el carácter absoluto de la propiedad privada de los medios de producción y la prepotencia de la clase propietaria) que condene inevitable y forzosamente a los trabajadores a la miseria material. El capitalismo ha revelado en algunos países —aunque en otros, como el nuestro, diste aún mucho de ello— capacidad para producir abundancia y bienestar en esos trabajadores. Pero lo que el capitalismo no ha podido impedir —ni puede impedir sin dejar de ser capitalismo— es la degradación humana reflejada en:
— La expansión de la nueva «religión» del lucro y del bienestar personal;
— la subordinación de las necesidades humanas a la maquinaria de la producción, en forma imparable y con riesgo de conducir a la humanidad a una catástrofe;
— el traspaso de los aspectos más duros de la explotación al subproletariado exterior del Tercer Mundo, tanto en éste como en la emigración;
— la concentración creciente, no ya fundamentalmente del uso de los bienes materiales, pero sí del poder de decisión en la vida pública, manipulando la conciencia popular y tergiver­ sando su voluntad, pese a cualquier apariencia democrática, y
— el hecho de que, en todo momento de crisis, ese poder con­centrado se emplee inevitablemente para una distribución aún más antisocial de los nuevos sacrificios, descargándolos exclu­sivamente sobre los trabajadores.
3. Tampoco estamos situados ante un primitivo socialismo (sis­tema basado en la unión de trabajo y propiedad, la colectivización de los medios de producción y la abolición consecuente de la clase propietaria) como una mera esperanza futura frente a la injusticia capitalista. El socialismo ha revelado capacidad para realizarse en la
práctica, montando sistemas perfectamente viables. Diversas for­mas de socialismo dominan ya un tercio de la humanidad. Pero lo que la forma de gestión centralizada que han adoptado la mayoría de las mismas —con el nombre de «dictadura del proletariado»— ha logrado configurar en el presente no pasa de ser una posición inter­media, no totalmente socialista, por:
— conservar elementos esenciales del capitalismo, como la con­centración del poder político —Estado totalitario— y del poder económico —capitalismo de Estado—;
— mantener una neta división entre clase dirigente —partido— y clase dirigida —masas—;
— e imponer en el mundo socialista la distinción real entre cen­tros de dominación y zonas dependientes.
4. Las más profundas contradicciones del capitalismo no pueden ser enteramente resueltas con las soluciones intermedias de un semisocialismo de gestión centralizada. La socialización ha de llegar a una entera democratización tanto política como económico-social. Por eso, la respuesta más total a un sistema capitalista es un sis­tema de gestión tan descentralizada en todos los terrenos como per­mita la solidaridad del conjunto. El sindicalismo autogestionario pro­pugna ese sistema: la colectivización de la propiedad de los medios de producción y la autogestión solidaria a todos los niveles.
PROGRAMA MÁXIMO
5. Nuestro objetivo último es el logro de una sociedad en la que no sea posible la explotación del hombre por el hombre, y en la que éste se encuentre en plenitud de libertad y responsabilidad. Que­remos que el trabajo, en cualquiera de sus formas, sea considerado como el primer valor social, pues propugnamos una sociedad de trabajadores que impida la existencia de parásitos. Queremos un siste­ma de libertad, de plena participación responsable de todos los hom­bres en la dirección de la comunidad, a todos los niveles, y tanto en lo político como en lo social y lo económico. Nos oponemos a cual­quier dictadura. Queremos un mínimo de delegación y un máximo de gestión directa.
6. La plenitud de libertad, trabajo y responsabilidad exige la unión de trabajo y propiedad, a través de la colectivización de los medios de producción, de la gestión de los mismos y de sus frutos. Ello desde el núcleo primario de producción colectiva: la empresa o comunidad de trabajo. Esta será íntegramente autogestionada —a través de su Asamblea soberana y su Comité de Gestión delegado de aquélla—, y descansará en ella la propiedad básica, una propiedad no absoluta que se subordinará al interés de todo el Sindicato de Rama, el cual se subordinará a su vez al interés de la colectividad entera.
7. En las empresas con gran poder económico, de servicios pú­blicos generales, así como de los sectores básicos de la producción, que requieren grandes inversiones y relativamente pocos trabajado­res, la propiedad básica y los niveles de autogestión quedarán, lógi­camente, más limitados por los intereses y la planificación general.
8. El trabajo campesino se reorganizará sobre la base de la pro­piedad comunal de cada municipio o agrupación de municipios y, según las conveniencias técnicas y las decisiones de las asambleas campesinas autogestionarias, en forma familiar, colectiva o mixta. Formarán parte inseparable de dicha propiedad comunal las indus­trias derivadas y complementarias de la producción agrícola, forestal y ganadera. Se transformará también la vida de los pueblos, agru­pándolos cuando sea necesario con la propiedad de todos sus bienes comunales recuperada y la instalación de todos los medios, servicios y comodidades necesarias para una vida digna.
9. Todas las empresas y comunidades de cada rama productora integrarán el Sindicato Nacional de Producción, y el conjunto de éstos —representado en la Asamblea Económica Nacional— planificará y dirigirá, dentro de las líneas básicas concertadas con la Asamblea Política Nacional, la vida económica del país.
10. El capital, como instrumento de trabajo necesario para el desarrollo de la economía, pertenecerá a todos los trabajadores, y sus acumulaciones, a los Sindicatos Nacionales de Producción, en primer lugar, y a la comunidad entera, en segundo. La Banca no constituirá un sector independiente: será sindicalizada en un primer nivel y nacionalizada en su nivel superior.
11. La Seguridad Social será una organización viva y democrática que atenderá a todos los ciudadanos, exigirá la aportación de todos y será gestionada por todos.
12. La educación será gratuita, obligatoria y permanente para todos en los niveles básicos, y de la misma forma en los superiores para todos aquellos que tengan aptitud, sin ningún privilegio. En ningún caso los estudios superiores significarán perjuicio económico: la comunidad retribuirá al estudiante por su esfuerzo, al mismo tiempo que controlará la efectividad del mismo. El derecho a la vocación personal, a elegir estudios y profesión, será respetado como esencial para la dignidad humana. El desarrollo educativo y cultural, la investigación científica y tecnológica, en forma autogestionada por toda la sociedad, desde las regiones a la totalidad de España, será
el servicio público de máxima prioridad. En relación con ello, todos los órganos de comunicación de masas atenderán prioritariamente a este deber, y serán replanteados en forma verdaderamente democrática. Se pondrá el máximo empeño
en la recuperación del pensamiento individual, fundamento crítico de toda vida social verdaderamente libre…
16. España es un conjunto de pueblos. Sostenemos resueltamente la unidad solidaria de los mismos —denunciando como reaccionaria cualquier pretensión de fragmentarla— y, en la misma forma, la variedad y personalidad de cada uno de esos pueblos. Con sideramos que la máxima potenciación de la unidad se alcanza con una
fórmula federal, abarcadora de todas las regiones por igual y sin privilegios, para su autogobierno dentro de las líneas básicas que se dé el conjunto. Sostenemos, asimismo, la solidaridad de todas las regiones para evitar cualquier tendencia a la concentración de la población y la riqueza en solo algunas de ellas.
18. La posición internacional de España debe ser clara: amistad y colaboración con todos los pueblos, y defensa de nuestra independencia. No nos someteremos a ninguna de las grandes potencias imperialistas con encadenamientos militares, políticos, tecnológicos o económicos. Mantendremos una postura de no alineación, colaborando libremente con Europa, los países del Mediterráneo, el Tercer Mundo y, muy especialmente, con Portugal y con la América de nuestra cultura. Nuestra solidaridad se mostrará principalmente con los pueblos y comunidades oprimidos. Por sostener irrenunciablemente la igualdad esencial del género humano, mantendremos una
política beligerantemente antirracista en nuestras relaciones exteriores.
PROGRAMA INMEDIATO
19. Es nuestro propósito irrenunciable la realización total de los objetivos revolucionarios enunciados. Pero no jugamos infantilmente a la política del «todo o nada». Promoveremos o defenderemos todos los avances parciales, grandes o pequeños, que nos acerquen o faciliten aquella tarea revolucionaria de cambio total —poniendo especial cuidado en que nadie se dé por satisfecho con las reformas—, y lucharemos contra todos los retrocesos, grandes o pequeños, que la alejen o dificulten. El objetivo de todas las medidas parciales de transición es ir consiguiendo la inversión de la pirámide del poder, para que la totalidad del pueblo vaya adquiriendo la totalidad de la soberanía en todos los terrenos. Entre las reformas que sostenemos figuran:
20. Con la máxima urgencia: la conquista de todos los derechos humanos, civiles y políticos; la de todas las libertades de pensamiento, expresión, organización y reunión —cultural, regional, política, etc.— y de persecución legal efectiva de todas las corrupciones; la desaparición de toda la legislación, los organismos y los cuerpos destinados a reprimir el ejercicio de estos derechos, impidiendo, asimismo, dicha persecución, y la inmediata liberación o libre regreso a España de todas las víctimas de esta represión.
21. En el terreno sindical, como necesidad más urgente, por constituir la base incuestionable de toda la organización única y libre, la constitución democrática del sindicato a nivel de empresas, único y libre, con soberanía de la Asamblea, comité sindical de empresa responsable ante la misma y elegido y revocable por ella, y juego público y libre de todas las tendencias organizadas del movimiento obrero, con rechazo de cualquier intento de monopolio por una de ellas.
22. Inmediatamente después, y a través de un sistema democrático de representación de todos los sindicatos de empresa —junto con la de los sindicatos de funcionarios y de profesionales— la constitución en un Congreso nacional de una Central Sindical, única y libre, igualmente con libre juego de todas las corrientes obreras y rechazo de cualquier intento de monopolio.
23. La recuperación por la Central Sindical del control de los Montepíos, Mutualidades, etc., y de todas sus inversiones.
24. La retención por la nueva Central Sindical, exponente auténtico de los trabajadores, de los puestos representativos sindicales en los organismos locales, regionales y nacionales.
25. La creación de la «Comunidad Sindical» en las empresas, para la participación colectiva de los trabajadores en los beneficios, y a través de ellos en la propiedad y la dirección. El fomento de la propiedad cooperativa. Y la lucha, en ambas fórmulas, contra cualquier penetración de la mentalidad capitalista.
26. La nacionalización, con participación de los trabajadores en la gestión, de los servicios públicos generales —y la municipalización de los locales—, y de los sectores básicos, como la minería, la siderurgia y la energía.
27. La reforma agraria social y económica, con tendencia a transferir la propiedad de la tierra a los municipios y la gestión a las comunidades campesinas, con la mayor descentralización posible delasesoramiento técnico, y la erradicación drástica de la burocratización  de los organismos agrarios.
28. La supresión de los grandes intermediarios entre productores y consumidores, mediante organizaciones populares que establezcan el contacto directo entre unos y otros.
29. La municipalización del suelo, para erradicar su especulación, y la atención especialísima a la construcción de viviendas. La lucha contra el gigantismo de las grandes concentraciones urbanas, tendiente a ciudades de tamaño medio. La defensa activa de la naturaleza contra su degradación actual.
30. La recuperación nacional de nuestra «primera industria de exportación», el turismo, hoy en gran medida en poder de empresas extranjeras.
31. La constante atención a las cuestiones marítimas: investigación de recursos, construcción naval —con prioritario destino a nuestra propia flota—, y expansión de la Marina Mercante y de la pesca, tendiendo a la cooperativización de ésta.
32. La nacionalización, controlada socialmente, de los instrumentos del capital financiero: Banca, Seguros, etc. Y el control democrático del ahorro popular.
33. La reforma impositiva, tendiendo a un sistema de impuesto único y progresivo sobre las rentas.
34. El control democrático de la Seguridad Social, y su extensión a toda la población, tanto para su financiación como para su beneficio. Y la conversión, mediante su racionalización y nacionalización, de la industria farmacéutica en una tarea pública, para poner fin al inmoral negocio montado sobre la enfermedad y la desgracia.
35. La exigencia de un total respeto a la libertad del estudiante para elegir su vocación, y de participar en el gobierno de su centro de enseñanza y en el análisis crítico de la vida social, y paralela exigencia de rendimiento académico, erradicando cualquier privilegio del estudiante frente al trabajador…
39. La extensión en todo lo posible del autogobierno a todas las regiones, y el rechazo tanto del centralismo burocrático como de los privilegios especiales para algunas de aquéllas. La exigencia de que todos los beneficios del autogobierno regional se planteen para todas las regiones a la vez. La defensa y exaltación muy prevalente
del espíritu regional de las zonas que, por haber sufrido más dura­mente los efectos del centralismo y de la desnivelación económica interregional, han acabado siendo las más silenciadas y olvidadas en la reclamación de sus derechos. Una política de redistribución de la riqueza nacional, con intensa acción sobre las regiones más pobres, y una lucha continua para que todos encuentren trabajo en su propia tierra.
40. La ruptura inmediata de todo acuerdo con otro país que coarte nuestra libertad de acción y nos obligue a secundar la política de un poder imperialista, sobre todo cuando implique la concesión de bases. El incremento de las relaciones de todo tipo con Europa, pero sin inclusión en el Mercado Común capitalista, ni en el apa­rato militar del imperialismo que representa la OTAN, pues enten­demos que estas organizaciones son seguros de la burguesía contra cualquier posibilidad revolucionaria. La vigilancia más exigente de las inversiones extranjeras, con total anulación de aquellas que signi­
fiquen un atentado contra nuestra soberanía. Persecución a fondo de todo servicio de inteligencia extranjero. La solidaridad más amplia con los países no alineados y del Tercer Mundo. Y una política de acercamiento efectivo, sobre bases populares, a Portugal y los países de Iberoamérica.
NUESTRA ETICA
41. En ninguna parte una revolución se hace o consolida sin una profunda identificación con el ser nacional, sin un amor por la propia singularidad histórica. En nuestro caso arrancamos de una solidaridad con nuestro pasado; pero no según la tradición elitista de la oligarquía, sino según una tradición popular de cuanto nos
llega de la historia de luchas y realizaciones por la libertad y la jus­ticia, por los derechos del hombre común frente a los privilegios, de los pueblos oprimidos frente a los opresores. De esa formidable herencia nace el sentido de nuestro papel en el mundo de hoy y de mañana: colaborar en el esfuerzo humano por una sociedad de
hombres solidarios y libres. No tenemos otro destino histórico que el de mostrar la posibilidad de una sociedad autogestionada.
42. Para esta tarea propugnamos la reconciliación de todos, frente a cualquier espíritu de guerra civil. Pero no entendemos esta reconciliación como una tregua entre los intereses capitalistas y los intereses populares. Esos términos son irreconciliables. Lo que pretendemos es el aislamiento de aquéllos y el gran encuentro con éstos, la unidad de todos los democratizadores y socializadores en la lucha por una sociedad sin dominadores ni explotadores.
43. Creemos que son las contradicciones morales, mucho más que las económicas, las que el capitalismo y el semisocialismo centralista no pueden resolver y que, por ello, no pueden llenar las superiores necesidades del hombre. Por eso nacemos de la resolución de esas contradicciones morales, en un sistema hecho por y para el hombre libre y responsable, centrado más en la superación espiritual y cultural que en el consumo material, más en la solidaridad que en el goce, el motor central de nuestra acción.
44. En cualquier circunstancia, nuestra norma de conducta se atendrá a una rigurosa ética en la selección de los medios. Cada una de nuestras acciones deberá comportar una lección de ética. No concebimos la edificación de una sociedad libre, justa y veraz con materiales y medios opresivos, viles y turbios. IREMOS A LA VERDAD POR LA VERDAD, A LA JUSTICIA POR LA JUSTICIA, A LA LIBERTAD POR LA LIBERTAD…
JOSÉ LUIS RUBIO CORDÓN,
Secretario General.
Extracto de «La realidad económico-social y los partidos políticos»; en Documentación Social. Revista de estudios sociales y sociología aplicada, nº 26/27, enero-junio 1977. Cáritas Española, Madrid; pp. 345-354.
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Algunos precedentes del PS

Cuando la CNT comenzó su colaboración en los gobiernos de Largo Caballero y –no se olvide- Juan Negrín durante la guerra de España, el Partido Sindicalista (PS) representaba, quizá, el intento más serio de llevar a cabo un programa de corte libertario desde las instituciones.  

Aunque no fuera propiamente desde las filas confederales, de cuyo seno habían sido expulsados muchos militantes a raíz de la crisis treintista[1], y menos aún desde el anarquismo, desechado por Pestaña como teoría capaz de lograr la transformación social[2], la aventura política del PS se ha convertido en un lugar común, incrustado de tópicos, al tratar el tema del reformismo en la CNT. Creado en abril de 1934[3], logró representación parlamentaria en las elecciones de febrero de 1936, a las que acudió integrado en la alianza de izquierdas del Frente Popular.

Sin embargo, los intentos de participación directa en política desde posiciones afines al anarcosindicalismo no eran novedad en España. (Me referiré en exclusiva a la intervención en procesos electorales y la participación desde las instituciones. Seguro que hay otros casos, que no trato por desconocimiento o por no hacer el artículo demasiado largo. Desde aquí lanzo el guante para que otros profundicen en el tema. Existen otros ejemplos y bien estudiados relacionados con la intervención de la CNT en política, desde el posibilismo de Salvador Seguí hasta el “anarco-bolchevismo” de los García Oliver y compañía, pero no son el objeto de este estudio[4]).

En las elecciones municipales de noviembre de 1917, un grupo de militantes confederales asturianos, fracasada la huelga general de agosto, presentó candidatura en Gijón con el nombre de Grupo Sindicalista Parlamentario. Sus líderes fueron Laureano Piñera  y Ramón Martínez. Piñera, que había sido detenido tras la huelga, era entonces el secretario de la Confederación de Metalúrgicos; Martínez era secretario de la Federación de Sociedades de Resistencia Solidaridad Obrera. Duramente criticados desde la CNT, no soportaron el fracaso electoral y el grupo se diluyó en poco tiempo.[5] La experiencia, que no deja de ser anecdótica, representa un precedente del pestañismo al romper el tabú de la representación política[6], más aún al acontecer tras el fracaso y la represión de una huelga, momento en que se buscan otras vías para mejorar la situación de los trabajadores. También comparten algo en común con muchos otros partidos republicanos: el deseo de recabar el voto de los anarcosindicalistas. De igual modo se la puede considerar una precursora de lo sucedido en muchos municipios durante la guerra de España; en este caso concreto, el cenetista Avelino G. Mallada fue alcalde de Gijón desde octubre de 1936 a octubre de 1937.

Enlazando con la tradición republicana federal, en su interpretación más revolucionaria y obrerista, encontramos bastantes ejemplos de doble militancia confederal y republicana. Quizá el paradigma sea el abogado, escritor y político –entre otras muchas cosas disciplinas- Eduardo Barriobero y Herrán[7], fiel seguidor de las ideas de Pi y Margall y cenetista afiliado al Sindicato de Profesiones Liberales desde 1912. Defensor de obreros en innumerables procesos judiciales, algunos muy famosos, su vida tiene abundantes coincidencias con la de sus clientes: militancia decidida, propaganda desde la prensa, cárcel, exilio, intentos de asesinato por parte del Sindicato Libre en los años del pistolerismo…  Fue diputado en Cortes en 1914, 1918 y 1919, recabando para ello el apoyo obrero y sindical. Desde su escaño se posicionó en favor de los presos, denunció casos de corrupción y reclamó libertades civiles. Durante la dictadura de Primo de Rivera participó en la Sanjuanada de 1926 como enlace del comité de la CNT en Gijón y, tres años después, en la conspiración de José Sánchez Guerra (intentos fallidos de golpe de Estado para derrocar el régimen).

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Mundo Gráfico, 1922.

Proclamada la II República, volvió a ser elegido diputado a Cortes Constituyentes por Oviedo en las generales de junio de 1931. Fue parte del grupo al que Ortega y Gasset bautizó como ‘jabalíes’; adscritos a diferentes partidos republicanos, algunos trataron de escorar a la República hacia la izquierda desde posiciones socializantes, federalistas y anticlericales.  Entre ellos hay que citar a  Ángel Samblancat, abogado y periodista afiliado al Partido Republicano Demócrata Federal (PRDF), presidido por Barriobero, y también estrechamente ligado al anarcosindicalismo desde los años de la Restauración.

A mediados de 1935, el PRDF firmó un acuerdo de colaboración  con el Partido Sindicalista de Ángel Pestaña.[8]Las concomitancias entre ambos partidos eran claras: en el plano ideológico, la federación libre de municipios era el eje político vertebrador de la nueva sociedad; estratégicamente,  el régimen republicano constituía un avance y un paso previo ineludible hacia una sociedad sin capitalismo; y ambos buscaban los votos de los afiliados a la CNT, cantera natural de donde extraer sus bases.   Durante medio año será frecuente ver a representantes de ambas formaciones actuando conjuntamente y compartiendo locales en mítines, conferencias, etc. La alianza durará hasta la formación del Frente Popular, momento en que el primer Pleno Nacional del PS, celebrado a finales de enero de 1936, votó su incorporación a la alianza electoral de los partidos de izquierda y rechazó su fusión con los republicanos federales[9].

Otro caso interesante donde la línea que separa anarquismo y federalismo republicano se estrecha, es el de la candidatura conjunta del Partido Social Ibérico y el diario La Tierra, que concurrió en Sevilla y en Madrid a las elecciones generales de noviembre de 1933.

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La Tierra, dirigido por la controvertida figura de Salvador Cánovas Cervantes[10], comenzó a publicarse a finales de 1930. El subdirector era Mariano Sánchez-Roca y como Redactor-jefe, Eduardo de Guzmán. Su Redacción la completaban Ricardo Baroja y Ezequiel Endériz.  Y entre el grupo de colaboradores volvemos a encontrar a republicanos de extrema izquierda como Barriobero, Samblancat, Salvador Sediles, José Antonio Balbontín y Rodrigo Soriano (todos, excepto Balbontín, acabaron en la CNT durante la guerra, ocupando puestos de responsabilidad); junto con cenetistas como Juan Peiró, Melchor Rodríguez, Mauro Bajatierra, Felipe Aláiz y Jacinto Toryho.

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De izqda. a drcha.; de pie: Ezequiel Endériz (redactor), Luis Rodríguez (administrador) y Eduardo de Guzmán (Redactor-Jefe); sentados: Mariano Sánchez-Roca (Subdirector) y Salvador Cánovas Cervantes (Director).

De marcado carácter republicano, sus primeros números dieron soporte a los levantamientos de Jaca y Cuatro Vientos. En agosto de 1931, se alineó con quienes consideraron que la República se quedaba corta en lo social y se excedía en materia de orden público. Como dijera Balbontín, se trataba de estar con la República, pero contra esta República. Una de las máximas fue: “Llegar tan lejos como sea capaz de llegar el pensamiento político y social de los españoles”.

Impregnado de las ideas de su director, La Tierra defendió una línea de actuación más o menos afín a la CNT, organismo que representaba –según él- lo mejor del carácter «racial»  español[11], el único capaz de llevar a cabo la revolución en un pueblo en esencia individualista. Durante períodos de férrea censura, La Tierra se convirtió en el vocero oficioso de la Confederación. Sin embargo, la línea editorial optó por la vía política y por la participación electoral para lograr sus propósitos, procurando conseguir el apoyo de las masas sindicalistas en las urnas.

Desde 1933 La Tierra apoyó al Partido Social Ibérico (PSI); tanto fue así, que sus periodistas se integraron en algunas de sus candidaturas electorales presentadas en las generales de  noviembre de 1933. Otra forma de participación fueron las curiosas Peñas de amigos de La Tierra,  grupos encargados de la defensa de la salida del periódico en época de censura, o bien de apoyar las campañas por la transparencia política y contra la represión obrera, el enchufismo y la multiplicidad de cargos durante la República. Otras veces eran simples tertulias reunidas en cafés o en locales de agrupaciones republicanas de izquierda (íntimamente ligadas al Partido Social Ibérico) cuando no disponían de espacio propio.[12]

El PSI era otra de tantas escisiones del republicanismo de extrema izquierda, en concreto del Partido Social Revolucionario, creado en 1932 y liderado por  José Antonio Balbontín. Al año siguiente, una parte –Balbontín incluido- decidió pasarse al Partido Comunista, mientras que el resto adoptó la denominación de ‘ibérico’ en consonancia con el ideario del periódico madrileño. El anarquismo, el sindicalismo y el PSI conformaban, en su ideario, la síntesis del iberismo. El programa –que adjunto-  tuvo tintes anarquizantes.

Programa PSI

La Tierra, 22-2-1933; p.4

Sevilla y alrededores fue el epicentro de su militancia. También encontramos núcleos en otras zonas de Andalucía, Madrid, Bilbao, y algunas localidades de Castilla y Asturias. A la candidatura por Sevilla capital se presentó su líder, el ex capitán revolucionario Carlos Cuerda, junto con los periodistas de La Tierra Cánovas Cervantes, de Guzmán y Endériz; por la provincia repitieron los mismos, a los que hay que añadir al otro líder del PSI, también ex capitán –sublevado de Jaca- José Mª Piaya, Ricardo Baroja, y los obreros Domingo Navarro y José Gallardo.[13] También presentaron candidatura en Madrid.

Carlos Cuerda

El capitán Carlos Cuerda, rodeado por obreros de la Unión Ferroviaria, al proclamarse la II República.

Ante las críticas de la CNT por su participación en el juego electoral, el partido explicó que se trataba de una táctica para lograr la inmunidad parlamentaria y, de este modo, servir mejor a la revolución. Pese a los esfuerzos, el fracaso en los comicios dejó a la candidatura sin representación. Desde las páginas de La Tierra se hizo una dura crítica al abstencionismo promovido por la CNT, culpable de haber entregado la República a las derechas. Fue, pues, en la ámbito de la cultura donde la confluencia entre unos y otros fue mayor. A partir de entonces, la táctica de La Tierra fue dar soporte a la Alianza Obrera que se irá conformando entre los partidos de izquierda. Cánovas Cervantes, Baroja y la línea editorial se pasarán al Partido Radical Demócrata de Diego Martínez Barrios, integrado después en la Unión Republicana. Los restos del PSI se fusionarán con el PS de Pestaña en mayo de 1935[14].

Bibliografía:

  • Barona Martínez, Carlos: “Ricardo Baroja en La Tierra: una política anarquista (1931-1935)”; en Ruiz Carnicer, M.A. y Frías Corredor, C. [coord.](2001): Nuevas tendencias historiográficas e historia local en España: actas del II Congreso de Historia Local de Aragón (Huesca, 7 al 9 de julio de 1999)
  • Barrio Alonso, Ángeles (1986): Anarquismo y anarcosindicalismo en Asturias (1890-1936) [tesis doctoral]. Universidad de Cantabria (Departamento de Historia Moderna y Contemporánea)
  • Elorza, Antonio.: “Carácter nacional e ideologías (1914-1936)”; en Triunfo, 9-12-1972 [nº 532, extra], Madrid.
  • Elorza, Antonio (1974): “El sindicalismo de Ángel Pestaña”[prólogo]; en Pestaña, Ángel: Trayectoria Sindicalista. Tebas, Madrid.
  • Fontecha Pedraza, Antonio: “La Tierra (1930-1935)”; en Prensa obrera en Madrid (1855-1936). Fuentes para el estudio de la cultura popular madrileña en los años treinta. Ed. Comunidad de Madrid, Consejería de Cultura. Revista Alfoz, Madrid, 1987.
  • Íñiguez, M. (2008): Enciclopedia histórica del anarquismo español. Asociación Issac Puente, Vitoria.
  • Losada Urigüen, María: “Extremismo republicano y anarcosindicalismo en la década de los treinta: ideología, cultura y política de una relación”; en Comunicaciones del I Encuentro de Jóvenes Investigadores en Historia Contemporánea de la AHC (Zaragoza, 26, 27 y 28 de septiembre de 2007), 2008.
  • Santos Santos, M.C. (2003): Ángel Pestaña “Caballero de la Triste Figura”; Editorial Académica Española, Saarbrücken (Alemania.)

 

Citas:

[1] Escisión en la CNT entre los partidarios de la revolución por la vía insurreccional ante una República tibia en lo social y contundente en materia de orden público, y los que preferían contemporizar con el nuevo régimen con el fin de preparar mejor a las masas de trabajadores,  mediante la educación y el ejemplo, para el cambio revolucionario. Toma su nombre del Manifiesto de los Treinta, firmado por Pestaña, Joan Peiró y 28 compañeros más, y publicado en la prensa en agosto de 1931.

[2] Mantiene, no obstante, su validez como doctrina filosófica y pedagógica. V.  Pestaña, Ángel (1933): “Lo que aprendí en la vida”; en Pestaña, Ángel (1974): Trayectoria sindicalista [prólogo de Antonio Elorza.] Ed. Tebas, Madrid; p. 213.

[3] La fecha de la fundación del PS no es baladí. Sorprende que autores consagrados de la historiografía libertaria como José Peirats (2006 [1976]: 207)  o César M. Lorenzo (1969: 55)  no acierten el año de su creación, adelantándolo a 1932 y a 1933 respectivamente. También Pere Foix (1976 [1957]: 139) establece los primeros contactos entre militantes para crear el nuevo partido en octubre de 1932, aunque escribe que no está seguro de ello. La confusión perdura hasta nuestros días.

[4] Para conocer algunos antecedentes de la participación gubernamental de la CNT en 1936, V. César M. Lorenzo (1969): Los anarquistas españoles y el poder. Ed. Ruedo Ibérico, París; pp. 43-74.

[5] Barrio Alonso, Ángeles (1986): Anarquismo y anarcosindicalismo en Asturias (1890-1936) [tesis doctoral]. Universidad de Cantabria (Departamento de Historia Moderna y Contemporánea); p. 226.

[6] Íñiguez, Miguel (2008): Enciclopedia histórica del anarquismo español (vol. II) Asociación Issac Puente, Vitoria; p. 1284.

[7] Para profundizar en la figura de Barriobero, acaba de publicarse una biografía elaborada por José Luis Carretero (2017): Eduardo Barriobero. Las luchas de un jabalí [prólogo de Julián Vadillo.] Queimada Ediciones, Colección Nuestra Memoria, Madrid.

Véase también Bravo Vega, Julián (2002): Eduardo Barriobero y Herrán (1875-1939). Una nota sobre su vida y escritos. Fundación de Estudios Libertarios Anselmo Lorenzo, Madrid.

[8] “La actividad republicana de izquierdas. El partido democrático federal y el partido sindicalista han firmado un pacto de acción.”; en La Libertad, 9-7-1935, Madrid; p.2.

[9] Elorza, Antonio (1974): “El sindicalismo de Ángel Pestaña” [prólogo]; en Pestaña, Ángel: Trayectoria Sindicalista. Ed. Tebas, Madrid; p.71

[10] Pedro Sainz Rodríguez, un político derechista, cuenta en su biografía que los monárquicos usaron La Tierra como un medio de agitación contra el gobierno social-azañista. V. Sainz Rodríguez, P. (1978): Testimonios y recuerdos. Ed. Planeta, Barcelona; p.246. Citado por Antonio Elorza: “En torno a La Tierra”; en El País, 27-2-2007.

En una dura polémica que Cánovas Cervantes tuvo con el socialista Ángel Galarza, éste le acusó desde las páginas de El Socialista de defender los intereses de Juan March.

[11] En las páginas de La Tierra, sobre todo durante la crisis del primer bienio, se pueden leer frecuentes alusiones al carácter individualista y el temperamento “racial” libertario español, desechando modelos extranjeros en boga como el fascismo o el bolchevismo: “Que cada cual haga la revolución en su casa. En España haremos la nuestra, y todos juntos serviremos a la Humanidad.” (V. “Un gran revolucionario. Salvador Cánovas Cervantes en Sevilla”; en La Tierra, 5-5-1933, Madrid; p.4) Cánovas Cervantes dedicó muchas líneas a la reflexión sobre la formación y las particularidades de la identidad nacional ibérica y al análisis de las peculiaridades del genio y la raza españoles.  La idea – que hoy llama la atención- era dominante por aquella época en todo el espectro político, incluido el que nos ocupa. El libro Ingleses, franceses, españoles: Ensayo de psicología colectiva comparada, de Salvador de Madariaga, se publicó en 1929 y se reeditó cada año hasta 1934. En él, el autor, a pesar de reconocer lo poco de científico que tiene el asunto, defiende la idea de que los pueblos poseen un carácter nacional. Al año siguiente, el socialista Luis Araquistain publicó El ocaso de un régimen, que comienza con un “Ensayo de patología del alma española”, donde se vuelve a tratar el tema. El mismo Ángel Pestaña se refiere al estereotipo del individualismo hispano en el folleto Sindicalismo, editado por los Cuadernos de cultura de Marín Civera en mayo de 1930. Cinco años más tarde, en Por qué se fundó el Partido Sindicalista, volverá a tratar el tema y coincidirá con Cánovas Cervantes al afirmar que el pueblo español no es apto para el modelo marxista: “No hay pueblo tan predispuesto por su naturaleza al ejercicio de una democracia de verdad  como el pueblo español.” (p.51)

[12] Losada Urigüen, María: “Extremismo republicano y anarcosindicalismo en la década de los treinta: ideología, cultura y política de una relación”; en Comunicaciones del I Encuentro de Jóvenes Investigadores en Historia Contemporánea de la AHC (Zaragoza, 26, 27 y 28 de septiembre de 2007), 2008.

[13] “En Sevilla. Partido social ibérico”; en ABC, 7-11-1933, Sevilla; p. 26.

[14] “Los partidos Sindicalista y Social Ibérico se fusionan”; en La Tierra, 29-5-1935; p.4.